Rainer Werner Fassbinder
diálogos
reglas y juegos de sociedad
Para Fassbinder, la sociedad es la causante del fracaso de la existencia humana: si ésta no cambia, aquélla continuará posibilitando las diversas formas de dominación y dependencia.
En Effi Briest, el barón von Instetten conversa con Wüllersdorf antes de batirse en duelo con el Mayor Campras, amante de Effi. Lo que ambos expresan acerca del individuo frente a la sociedad en la que vive constituye la génesis de la situación y opresión que experimentan muchos personajes que pueblan la filmografía fassbinderiana.
WÜLLERSDORF: ...Pero, si al hablarme de este modo me decís que amo tanto a esta mujer que se lo perdonaría todo... y si también admitimos que todo nos remite a algo muy lejano, como un suceso que tiene lugar en otro mundo... si las cosas se comportan de este modo, Instetten, yo me pregunto: ¿Así debe ser?
INSTETTEN: A pesar de todo, debe ser. Es algo que ya he meditado varias veces. El hombre no es solamente un individuo: pertenece a un todo, y este todo es algo que siempre hay que tener en cuenta. El individuo depende totalmente de él. Si se tratara de vivir en soledad, podríamos dejarlo todo de lado. Sólo tendría que cargar con mis fardos, pero dejaría atrás la felicidad verdadera. Existe tanta gente que vive sin esta felicidad y yo quizá debería o podría encontrarla. No nos es indispensable ser felices, y siempre hay algún detalle por el que queremos protestar. Al que arrebata la felicidad no es necesario expulsarlo de este mundo. Se le puede también dejar libre si se quiere, lejos de este mundo. Pero en la convivencia entre las personas se ha desarrollado algo que está ahí y nos hemos acostumbrado ya a juzgarlo todo bajo su dictado... a los demás y a nosotros mismos. Y ya no es plausible oponerse a ello (...) ¿Tengo o no tengo razón, Wüllersdorf?
WÜLLERSDORF: Me parece horrible que tengáis razón, pero sí... tenéis razón. No os importunaré más con aquello que debería ser. El mundo es como es y las cosas no son como queremos sino como el resto quiere que sean. Y el juicio divino que se anuncia tan pomposamente no tiene sentido. Nuestro culto a la honestidad es un acto de idolatría, pero hay que someterse, pues el ídolo existe.
"La tercera generación" (1979)
En La tercera generación, Fassbinder se servirá del terrorismo que acechaba al país alemán para plantear una curiosa relación establecida entre el Estado y dicho fenómeno, una relación que en palabras del autor "quizás tenga su origen en la violencia que la sociedad ejerce, en sus errores, sus negligencias, su democracia conservada como regalo, a la cual -como en el caso del caballo regalado- no se le mira el diente". El policía Gerhard va a recoger a su nuera del trabajo, secretaria del señor Peter Lenz -dueño de una empresa de productos informáticos-, pero también secreta integrante de un comando terrorista. Lenz y el policía mantienen la siguiente conversación...
POLICÍA: ¡Qué curioso! En verano, ví una película rusa en la que había una toma muy parecida a la vista que se tiene desde aquí arriba.
LENZ: Solaris.
POLICÍA: ¿Cómo dice?
LENZ: Ese es el nombre de la película: Solaris.
POLICÍA: Puede ser. El título lo he olvidado, Solaris... De lo único que me acuerdo es de esa imagen.
LENZ: Lo siento por usted si eso es todo.
POLICÍA: Por lo demás, la película en general es bastante confusa.
LENZ: ¿Confusa? Solaris es una de las mejores películas que he visto en toda mi vida.
POLICÍA: ¿De verdad? ¿Por qué?
LENZ: Sencillamente porque se trata de un cine que se sale un poco de lo corriente. El tema del espacio está tratado con filosofía. Comprendo que no sea para todos los públicos. Verá: en el cine lo que sucede normalmente es que los conceptos encubren la mentira y la declaran la única verdad, y eso es para mí la única e insignificante utopía.
POLICÍA: ¡Qué curioso! Esas ideas no le pegan mucho a usted.
LENZ: ¿Por qué? ¿Qué es lo que le pega a usted cuando se ve reflejado en el espejo? Cuando un policía se ve reflejado en el espejo, ¿qué es lo que ve realmente en él?
POLICÍA: Relativamente poco... ¿Está satisfecho con sus guardaespaldas?
LENZ: Pues la verdad es que no me puedo quejar... incluso he jugado al ajedrez con uno de ellos, pero naturalmente la vida cambia cuando a uno le siguen a cada paso que da.
POLICÍA: Usted está vigilado, señor... a usted le han concedido protección policial.
LENZ: Sí, sí... puede llamarlo como quiera, pero el efecto es el mismo.
POLICÍA: Ese tipo de protección ha sido solicitado por parte empresarial. Presente sus quejas ante sus compañeros. Yo no soy la persona indicada.
LENZ: ¿Usted no tiene mucho sentido del humor, verdad?
POLICÍA: Oh, ninguno en absoluto... Hace poco tuve un sueño en que el capital se inventaba el terrorismo para obligar al Estado a protegerle mejor. Es muy curioso, ¿no?... ¿eh? (ambos ríen).
Peter Lenz acordará con los terroristas su propio secuestro con el fin de estimular las ventas del negocio, y pronuncia sonriente y con gran cinismo en los minutos finales del film el siguiente mensaje dirigido al pueblo alemán mientras escuchamos de fondo el ruido que emiten los animales de un zoo...
LENZ: Mi nombre es Peter Lenz. Hoy es martes, 27 de febrero de 1979. Martes de carnaval... y me tienen aquí detenido en nombre el pueblo y por el bien del mismo.