Rainer Werner Fassbinder
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Sobre seis películas de Douglas Sirk
Durante el invierno de 1970, el director Rainer Werner Fassbinder descubre el cine realizado en Estados Unidos por Douglas Sirk. Este hecho supone un impacto tan grande en el realizador alemán que le conduce hacia lo que sin duda será lo más característico de su obra: El melodrama estilizado, distorsionado, manierista, excesivo, distanciado de forma grotesca para provocar la reflexión en el espectador. Hasta entonces, el cine de Fassbinder había oscilado entre la influencia de géneros tradicionales del cine norteamericano (sobre todo el de gangsters) y la estela de los primeros Godards, sin olvidar nunca el tono melodramático que poco después perfeccionará y que marcará el resto de su obra hasta su muerte en junio de 1982. Sobrecogido por ese descubrimiento, viaja a Suiza para entrevistarse con Sirk y en febrero de 1971 publica en la revista Fernsehen und Film un artículo sobre seis películas de la última etapa norteamericana de su compatriota. La admiración mutua que sintieron ambos fue tal que, además de unirles una gran amistad, Fassbinder protagonizó en 1977 un corto de Sirk titulado Bourbon Street Blues.
Sobre seis películas de Douglas Sirk es un artículo esencial tanto por la visión subjetiva que Rainer hace de ellas (alejada de cualquier acercamiento crítico) como por la comprensión de las claves de su obra cinematográfica a partir de 1971.
Douglas Sirk
"El cine es como un campo de batalla", decía Sam Fuller -que en 1948 escribió el guión de Shockproof para Douglas Sirk- en una película de Jean-Luc Godard, frase que poco antes de rodar Al final de la escapada también escribió en el número 94 de Cahiers du Cinéma a propósito de Tiempo de amar, tiempo de morir (1957). Pero ninguno de nosotros, ni Godard, ni Fuller, ni yo, estamos a la altura de Douglas Sirk, el cual dijo: "El cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, muerte y amor". Y Sirk ha hecho películas de sangre y lágrimas, de violencia y odio, películas de muerte y películas de amor.
Sirk dijo: "No se pueden hacer películas sobre las cosas, sólo se pueden hacer películas con cosas, con luz, flores, espejos, sangre y con todas las cosas fantásticas que hacen que la vida valga la pena ser vivida". Sirk también dijo: "La filosofía de un director de cine está en la iluminación y los encuadres". Y Sirk ha hecho las películas más tiernas que conozco; las películas de un hombre que ama a los seres en lugar de despreciarles como hacemos nosotros. Darryl F. Zanuck le dijo un día a Sirk: "Esta película les va a tener que gustar en Kansas City y en Singapur". Verdaderamente, Norteamérica es otra cosa.
Douglas Sirk tenía una abuela que escribía poemas y tenía el pelo negro. En esa época, Douglas se llamaba Detlef y vivía en Dinamarca. Hacia 1910, los países nórdicos producían sus propias películas y sobre todo estaban especializados en grandes dramas humanos. Y así, el joven Detlef y su abuela poetisa acudían a un minúsculo cine danés para llorar todas las lágrimas de su cuerpo ante la trágica muerte de Asta Nielsen y muchas bellas maquilladas en tonos pálidos, muy pálidos. Sólo podían ir en secreto porque se suponía que Detlef Sierck tenía que ser educado en la tradición germánica, con una educación estrictamente clásica, de modo que un día su amor por Asta Nielsen se transformó en amor por Clytenmestra. Trabajó en el teatro: en Alemania, en Bremen, Chemnitz, Hamburgo y Leipzig. Este hombre instruido también era un hombre cultivado. Max Brod se contaba entre sus amigos, conoció a Kafka, etc. Parecía que iba a comenzar una carrera que le llevaría a dirigir la Residenztheater de Munich. Pero en absoluto: en 1937, después de haber rodado algunas películas en Alemania para la UFA, Detlef Sierck emigró a Norteamérica, se convirtió en Douglas Sirk y dirigió unas películas que hicieron sonreír a las personas que en Alemania formaban parte de su mismo ambiente.